Carta nº 17 – Verano 2023

Es lógico que bailar sea parte inseparable de la naturaleza humana: al fin y al cabo llevamos un metrónomo en el pecho. Uno que en la estación de los festivales, las serenatas y las verbenas trabaja más que nunca, y que a veces incluso produce su propia música para los que saben escuchar. ¿Nunca la has oído? Yo lo hice hace unos días, tras levantarme con un esguince de hombro provocado por la heroica proeza de dormir con el brazo debajo de la almohada.

48 horas de dolor y mal humor por no poder echarle la culpa a nadie (mi mecanismo de superación favorito) después, acudí al fisioterapeuta. En apenas una sesión, este mago no solo eliminó la lesión sino que hizo desaparecer una molestia de baja intensidad que arrastraba desde hacía meses. Esa misma tarde, mientras paseaba al perro, todavía sorprendido por la capacidad recuperada, mi cuerpo decidió celebrarlo poniéndose a bailar al son de una música que mis oídos no escuchaban, pero que por los movimientos de las extremidades debía ser la de un musical de Bollywood. Así, entre sorprendido y maravillado, contemplaba a mi cuerpo entregarse a su propia coreografía celebratoria, mientras desde la atalaya de la mente me preguntaba si ese fogonazo de consciencia que hemos acordado en llamar “yo” es tan solo un pasajero de algo mucho más importante.

Desde ese día mi plan para el verano ha quedado definido: en lo que duren el calor y la luz seguiré los pasos de baile que dicte mi cuerpo, con y sin música. ¿Una ermita derruida en lo alto de un monte atrae nuestra mirada? Allá iremos. ¿La sombra de un acantilado invita a una siesta tras el baño? A mimir. ¿El perro nos reta a quitarle el palo? Trae aquí, bicho. ¿Por qué no, qué plan mejor puede haber? El cuerpo sabe cosas para las que la mente no tiene palabras, y vista la mierda con la que alimentamos nuestros cerebros, quizás lo más sabio sea hacer caso a nuestros huesos.

En un mundo en el que la toxicidad de las ideas cada vez nos roba más tiempo, energía y vida, todavía podemos silenciar el ruido y recurrir a las piernas para correr, trepar, girar: en nuestros músculos contrayéndose hay más verdad que en todos los programas electorales. Llevamos con nosotros un remanso de claridad y verdad que nadie nos puede arrebatar. Regalémonos la canción de nuestros cuerpos mientras todavía late el metrónomo.

 

Guillermo.

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